Investigadores de la Universidad de Córdoba diseñan una nueva estrategia de producción de ecodiésel
El grupo FQM-162 del Departamento de Química Orgánica desarrollará un nuevo proyecto de investigación financiado por el MINECO con el que pretende integrar definitivamente la glicerina en la producción de biocombustibles, reduciendo su impacto ambiental.
El diésel se enriquece con aditivos obtenidos por catalizadores sólidos menos contaminantes
Un trabajo de la Universidad de Córdoba prueba que las sílices debidamente tratadas pueden sustituir de forma eficaz a los ácidos minerales, como el ácido sulfúrico, empleados habitualmente, como catalizadores, para la obtención de este tipo de productos
Cuando alcancemos la mitad de este siglo, se prevé que en los países desarrollados se producirán 14 billones de litros de biodiesel al año. La cifra, calculada sobre la idea del agotamiento de los combustibles fósiles y las políticas de fomento de energías alternativas, hace pensar que para entonces se habrá avanzado tanto en el diseño de motores adecuados para el nuevo combustible como en la producción de biodiesel de calidad, algo imprescindible para ser realmente competitivo, así como en la valorización y gestión del principal residuo que ocasiona su producción: la glicerina. Y en ello están ingenieros y químicos de medio mundo. Entre ellos, el equipo de investigación FQM162, al que pertenece la catedrática de Química Orgánica de la Universidad de Córdoba, Felipa Mª Bautista, que acaba de encontrar un catalizador que permite dar un nuevo paso en los dos últimos aspectos señalados.
¿Y si la soja contuviese el Santo Grial?
Un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba describe cómo el gen PRAT3 interviene en el proceso de incorporación y metabolización del nitrógeno de la judía común y la soja, más eficaz para estas plantas que el proceso usado por las demás especies del reino vegetal.
Cada año, los seres vivos que habitan la Tierra logran fijar en el suelo 200 millones de toneladas de nitrógeno, elemento esencial para la vida en el planeta. Sin embargo, el proceso contrario, la liberación de nitrógeno a la atmósfera, se estima en 300 millones de toneladas. La cuenta sale, simplificando, en negativo para el suelo. Por eso, los agricultores llevan siglos buscando la manera de enriquecerlo con los fertilizantes que aporten el nitrógeno que les pueda faltar sus cultivos.