A pesar de los decretos de expulsión firmados por Felipe III entre 1609 y 1614, miles de moriscos permanecieron en el reino de Granada y mantuvieron sus costumbres, tolerados de algún modo por la Corona y las autoridades locales El catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba Enrique Soria ha indagado sobre esta importante bolsa de población en su último libro, Los últimos moriscos. Pervivencias de la población de origen islámico en el Reino de Granada (siglos XVII - XVIII ), que ha presentado en la Facultad de Filosofía y Letras.
Para comprender el papel de esta población de origen islámico en España había, hasta ahora, varias referencias históricas. Tras la conquista de Granada, aparece el término de morisco para aludir a los musulmanes andalusíes convertidos al catolicismo por una pragmática de 1502. Sin embargo, un importante grupo llegó a rebelarse entre 1568 y 1571 en Las Alpujarras. El conflicto acabó con la deportación de decenas de miles de moriscos granadinos por toda la Corona de Castilla. En 1609 y 1614, Felipe III ordenó la expulsión de todos ellos. Se estima que salieron del país unas 300.000 personas en varias oleadas, fundamentalmente hacia el norte de África. Sin embargo, Enrique Soria ha encontrado datos por los que concluye que, al menos en el reino de Granada, permanecieron otros miles. “La investigación realizada cambia totalmente la historia de Granada y parte de la de España”, ha afirmado en la presentación de la obra que recoge sus indagaciones. “Se consideraba que, a partir de las expulsiones de judíos y moriscos, España era un país unido por la religión, pero hoy sabemos que la presencia de judeoconversos y moriscos ha sido brutal”, ha explicado. “Podríamos decir que existieron dos Españas, la de la Inquisición y otra tolerante”, refrendó.
La búsqueda
El punto de partida de Soria fueron la observación de noticias sueltas en los siglos XVII y principios del siglo XVIII sobre la permanencia de moriscos, a pesar de la orden de expulsión. “En esas noticias, nadie se sorprendía por la existencia de estos individuos”. Dos estudios históricos previos en el valle de Ricote (Murcia) y Villarrubia (Ciudad Real) había constatado ya estas poblaciones locales de origen musulmán. Especialmente relevante para el catedrático de la Universidad de Córdoba fue un proceso inquisitorial de 1727.
A partir de estos indicios, Enrique Soria comenzó a revisar archivos provinciales y generales, como el de Simancas (Valladolid), y a cruzar fuentes. Los resultados le asombraron. Empezó a observar la permanencia de miles de moriscos en el reino de Granada. No sólo eso, estos individuos habían jugado un papel esencial en la economía local y, aunque había un porcentaje significativo que se había integrado en el cuerpo poblacional católico, otro sector había decidido mantener su identidad colectiva. Esta identidad no se fundamentaba necesariamente en la religiosidad islámica, sino que comprendía en ocasiones formas de vestir, costumbres…
La presencia
La España del siglo XVII estaba influenciada por la presencia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, que perseguía el fin de las herejías en el seno de un país confesional católico. Para mantener sus señas de identidad sin despertar la atención de los inquisidores, los moriscos sobre todo practicaban la endogamia en sus matrimonios. Enrique Soria ha desarrollado árboles genealógicos de varias familias de moriscos en el reino de Granada en el que observa que las relaciones de consanguinidad de segundo, tercer o cuarto grado eran frecuentes. Al emparentar entre ellos, los moriscos se garantizaban que no hubiera delaciones al tribunal eclesiástico sobre sus costumbres de origen islámico.
Por otra parte, el colectivo, aun partiendo de situaciones socioeconómicas muy bajas tras la conquista de Granada (1492), llegan a alcanzar durante el siglo XVII niveles apreciables de riqueza. Destaca Enrique Soria la producción y comercialización de seda granadina, pero también en oficios públicos y dignidades cercanas a la Corona: fueron médicos o boticarios, escribanos, clérigos, alcaides de torre e, incluso, se expedió una merced de la orden de Santiago.
Entremezclados en la sociedad, las autoridades preferían mirar hacia otro lado, ha explicado Soria. Los moriscos se llegan a hacerse imprescindibles, incluso se alían con los poderes locales o con la propia Inquisición para garantizar su estatus. Sin embargo, en 1727 la situación cambia. En un proceso inquisitorial se condena a 300 de ellos a penas leves. Desde entonces, ha narrado el catedrático, “se disuelven en la masa católica, excepto un pequeño grupo que mantiene sus costumbres originales”.
Soria ha centrado su investigación en los moriscos del reino de Granada, pero cree que pudo haber más poblaciones de esta naturaleza en otros puntos de Andalucía. “Se puede observar en matrimonios endogámicos que se extienden incluso en el siglo XVIII. Hay matrimonios de familiares que residían en localidades lejanas y se desplazan para organizar una boda, es decir, se buscaban para casarse entre ellos y mantener esos lazos culturales comunes”, ha concluido.