Organizadores del ciclo de conferencias con motivo del Año Internacional de los suelos, junto a Antonio Delgado (cuarto por la izquierda)
Lo suelos salinos son aquellos terrenos que presentan una alta concentración de sales solubres y limitan su productividad agrícola. Esta situación afecta a 831 millones de hectáreas de todo el planeta, según ha explicado el profesor Antonio Delgado, de la Universidad de Sevilla, en el ciclo de conferencias que, con motivo del Año Internacional de los Suelos, organiza la Universidad de Córdoba. En algunos casos, la situación puede revertirse con actuaciones de ingeniería agrícola. Un ejemplo de ello es la actuación de científicos de ambas universidades ha llevado a cabo en las marismas del Guadalquivir.
La enorme cantidad de hectáreas de suelos salinos no tiene una distribución homogénea en el planeta. Delgado ha explicado que se concentran en países en vías de desarrollo, lo que dificulta, aún más, la situación de estas naciones. En Europa, las mayores extensiones de terrenos salinos se distribuyen en tres zonas: En todo el arco mediterráneo español, especialmente en el valle del Ebro; en las regiones fronterizas entre Hungría y Rumanía y en la franja costera alemana en el Mar del Norte.
Según ha explicado Antonio Delgado, las sales solubles, especialmente la más conocida, la de sodio, se forman al meteorizar los minerales. Cuando se acumula la sal, generalmente es porque el agua no logra evacuarla de un terreno. Por eso, en climas húmedos es menos probable la formación de suelos salinos respecto a los climas áridos. La salinidad tiene un doble efecto en un suelo y las plantas que lo habitan. Por un lado, la sal hace comportarse al suelo como si fuese más seco, restringiendo el acceso de agua a la vegetación. Por otro, puede producir problemas de toxicidad a las plantas. Los cultivos, por lo tanto, dependen del tipo de salinidad del terreno para poder desarrollarse. Los hay más sensibles como las judías, y más tolerantes como el algodón o la cebada.
Corrección de la salinidad en el Guadalquivir
La corrección de los problemas de salinidad pasa por lavar el suelo, ha explicado el especialista. Aunque no siempre es posible, por las condiciones ambientales o hidráulicas de esos territorios. No obstante, ha habido casos significativos de lavados de terrenos ganados para la agricultura, como las marismas del Guadalquivir.
Desde los años 70, ingenieros agrónomos han trabajado en la desalinización de las marismas. Éstas se extienden unas 100.000 hectáreas. Actualmente, han entregado a los agricultores unas 40.000 para que desarrollen su actividad productiva. En la zona de Lebrija (Sevilla), por ejemplo, se recuperaron 14.000 hectáreas, lo que ha posibilitado que 12.000 agricultores tengan acceso a parcelas de unas 13 hectáreas y ha derivado en unas connotaciones económicas y sociales más favorables para esta población y su entorno. Esto fue posible gracias a la recuperación del terreno.
Para solucionar el problema de la salinidad, los ingenieros instalaron un sistema de drenaje a partir de tubos que conectaban drenes (piezas cerámicas) de los terrenos con canales de evacuación. Los drenes se instalan con maquinaria pesada a un metro de profundidad. Con el tiempo, estos drenes perdían eficacia y se instalaron sistemas más eficientes con tubos rugosos de plástico poroso. Al principio, en Lebrija se cutivaban remolacha o algodón, tolerantes a la salinidad. Ahora, se pueden cultivar especies como el maíz, más intolerantes. La salinidad, por lo tanto, se sigue reduciendo.
Para conseguir reducir la saturación de sodio, se empleó fosfoyeso de la industria fitosanitaria de Huelva. “Es un producto demonizado y por el que se cerraron estas fábricas, pero que han permitido recuperar 40.000 hectáreas”, ha lamentado Delgado. Otra de las ventajas del fosfoyeso para Delgado fue que en la fertilización se ahorraba el abonado con fósforo. Delgado ha explicado que el fosfoyeso tiene una baja radioactividad, lo que produjo el rechazo de grupos ecologistas y a la postre el cierre de las industrias, pero que ha permitido cultivar estos terrenos.
Historia y futuroAunque hay factores ambientales a la hora de producirse la concentración de sales, la actividad humana también ha ejercido su influencia. “El hombre es un factor salinizante”, ha enfatizado Delgado, que ha puesto como ejemplo de “primer salinizador” a Catón el Viejo. Catón el Viejo es conocido por proferir la frase “delenda Carthago est” (Cartago debe ser destruida), las legiones vencedoras de la III Guerra Púnica (149-146 a.C) sembraron los campos cartagineses con sal. Veinte años después de la destrucción de la ciudad, aún seguían siendo improductivos.
Otro ejemplo del uso del territorio y de su salinización es Mesopotamia. Según Delgado, hay una segura asociación con el regadío desde la época sumeria (que comenzó cinco milenios antes de nuestra era) y la infertilidad de las actuales tierras iraquíes. Las aguas del Tigris y del Éufratres son de buena calidad, pero el uso agrícola en una zona árida progresivamente salinizó los terrenos. Además de los sumerios, los babilonios posteriormente contribuyeron a este proceso.
En la actulidad, vivimos un proceso de cambio global, que produce un mayor incremento del nivel del mar y disminución de las precipitaciones. También incremento de la temperatura. Todas estas situaciones pueden afectar a la salinidad del suelo. Desde una perspectiva de cambio global, la agricultura y su capacidad productiva se puede ver afectada por el incremento de la salinidad del suelo, ha resumido Antonio Delgado, y por el consumo de recursos no renovables como el fósforo.
Conferencia completa en el canal de YouTube de la Unidad de Cultura Científica y la Innovación (UCC+i) de la Universidad de Córdoba: https://www.youtube.com/watch?v=4DG9zqpLUV4