Erick Cobo, Gonzalo Casino, María Teresa Roldán e Ignacio Fernández Bayo, de izquierda a derecha.
Hace un año, la OMS etiquetó las carnes procesadas y rojas en una escala de substancias potencialmente cancerígenas. ¿Es significativo que se afirmara entonces que existe 18% más en el riesgo de adquirir un cáncer colorrectal si se consume carne procesada de forma regular? ¿O es más preciso afirmar que ese aumento es de un punto porcentual y que, en todo caso, apenas afecta a las recomendaciones nutricionales habituales? Hay diferentes maneras de interpretar una estadística, pero hay algunas más precisas que otras. Una jornada titulada ‘Bioestadística para periodistas y comunicadores’, coorganizada por la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+i) de la Universidad de Córdoba (UCO), la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC) y la Fundación Antonio Esteve, ha permitido a 47 periodistas, traductores e investigadores conocer algunos de los entresijos de una correcta interpretación de los datos y, de este modo, articular un mejor discurso basado en la evidencia científica.
El curso ha sido impartido en el Rectorado de la UCO por los periodistas científicos Gonzalo Casino, Ignacio Fernández Bayo y el profesor del Departamento de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad Politécnica de Cataluña Erik Cobo y en línea desde Noruega por Pablo Alonso, del Centro Cochrane. En él se han abordado los problemas y errores que un redactor se encuentra a la hora de afrontar estudios médicos o estadísticas sobre salud, el nivel de confianza que merecen los resultados de los distintos estudios médicos o cómo se miden los resultados de investigación. Además, los asistentes han podido participar en dos talleres prácticos.
Forma parte, además, del programa de actividades de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la UCO. La vicerrectora de Investigación, María Teresa Roldán, ha recalcado “la gran apuesta de la Universidad de Córdoba por la comunicación y divulgación científica”, lo que ha permitido a la institución “ser una referencia en esta materia a nivel nacional”, ha expresado.
“Aunque el periodista no se dedique a la información científica, saber interpretar bien una estadística o leer correctamente un paper es útil en otras especialidades, desde la economía a la información política”, ha explicado Fernández Bayo. Por ello, el curso ha repasado conceptos como que los estudios científicos tienen diferentes niveles de precisión, que existe un criterio de valoración para cada uno de ellos o que hay un determinado nivel de confianza en cada trabajo realizado en un laboratorio. De este modo, no ofrece el mismo nivel de precisión una revisión sistemática de cientos de estudios que un experimento in vitro o con animales. La perspectiva y la medición del riesgo son algunos de los factores que debe tener en cuenta alguien que se enfrente a interpretar datos bioestadísticos: “Un estudio es una afirmación aislada. La ciencia es una conversación”, ha resumido Casino.
En la cadena que va desde que un grupo de investigación logra un resultado científico hasta que llega a la sociedad, generalmente intervienen tres tipos de escritos: el artículo científico, la nota de prensa y la noticia del medio de comunicación. El curso ha permitido conocer las cautelas a las que se deben acoger los redactores de este tipo de contenidos en la parte práctica. En este sentido, se han podido estudiar casos como los trabajos científicos que dejan la homeopatía a la altura del placebo o cómo reflejaron los medios de comunicación el informe de la Organización Mundial de la Salud sobre la posible carcinogenicidad de la carne.
Respecto a la pregunta inicial y para evitar sobresaltos entre consumidores, el curso concluye que es más preciso hablar del incremento de un punto porcentual en el aumento de riesgo de cáncer de colon por comer carne procesada de forma regular, del 5,5% convencional al 6,6% si se tiene este hábito. Este incremento no altera en absoluto las recomendaciones sanitarias en prevención del cáncer. El riesgo es veinte veces menos que fumar tabaco, doce veces menos que tomar alcohol y cuatro veces menos que la contaminación ambiental.