Víctor Pavón
La implantación de los programas de bilingüismo ha abierto un apasionado debate en el ámbito educativo. ¿Es efectivo enseñar una materia en un idioma diferente al vehicular, tanto para el aprendizaje de esa asignatura como de la segunda lengua? Lo cierto es que hay poca evidencia científica sobre este asunto como para consolidar una opinión. Una investigación de las universidades de Córdoba y Pablo de Olavide ha tratado de arrojar algo de luz sobre la efectividad del sistema, una inquietud compartida por administraciones, profesorado, padres y el alumnado. En un trabajo con estudiantes bilingües en francés en Andalucía, se ha observado que este colectivo mejoraba tanto sus capacidades lingüísticas como las habilidades apropiadas en el terreno académico en general, como la discursiva, la argumental o la de enumeración, respecto al alumnado monolingüe.
Fomentados por la Comisión Europea y al calor del éxito en países como Dinamarca o Suecia, los programas bilingües han ganado terreno en el mapa educativo español en las comunidades sin lengua propia. De esta manera, se imparten asignaturas como las matemáticas o las ciencias sociales en otro idioma, habitualmente el inglés. Una de las iniciativas pioneras fue la que se estableció en Andalucía en virtud de un acuerdo entre la Junta y Alianza Francesa (Alliance Française, el equivalente al Instituto Cervantes para la cultura y lengua galas). Desde septiembre de 1998, nueve centros educativos de Primaria y Secundaria de Sevilla y Málaga cuentan con profesorado francófono, tanto nacional como nativo, que imparte hasta el 40% del currículo en el segundo idioma. Esta experiencia ha allanado el camino a otros programas bilingües en la región, en inglés fundamentalmente, pero también en alemán o portugués.
En frente se sitúa el método convencional. “El sistema de aprendizaje de una lengua extranjera a través de una asignatura específica no ha funcionado en España”, resuelve categórico Víctor Pavón, profesor titular del Departamento de Filologías Inglesa y Alemana de la Universidad de Córdoba (UCO) y coordinador de Política Lingüística en la institución académica. Los datos estadísticos parecen darle la razón. En el último eurobarómetro especial sobre lenguas publicado en 2012, los españoles se situaban como el sexto país por la cola en conocimiento de una segunda lengua de los 27 miembros de la Unión Europea entonces. El 46% afirmaba defenderse en otro idioma, lejos de lugares como Países Bajos, donde es el 90%, o Finlandia, Suecia o Dinamarca, donde se alcanza el 86%.
Estudio longitudinal
El equipo investigador, compuesto por docentes universitarios y de enseñanzas medias, puso su foco en aquellos alumnos que se habían formado durante doce años en Primaria y Secundaria con el francés como lengua de aprendizaje. A través de entrevistas al alumnado y al profesorado, de calificaciones académicas y con citas con responsables institucionales, se recopilaron una serie de datos cuantitativos y cualitativos sobre la evolución de los estudiantes, reflejadas en un estudio longitudinal. En el trabajo de campo, se entrevistó a 22 alumnos y 28 docentes. El trabajo ha sido publicado ahora en la revista científica Language Policy.
Los resultados son alentadores para esta fórmula educativa. Los estudiantes que se habían formado en otras materias con el francés como base alcanzaban, al final del Bachillerato, un nivel igual o superior al B2, según el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas. Sus resultados en la selectividad eran de media de 8,5 sobre 10, dos puntos sobre la media. “Es un resultado esperable”, suaviza Pavón.
Al contacto constante con esta segunda lengua, los estudiantes también mejoraban en su capacidad de razonamiento en francés. Ganaban en destrezas a la hora de narrar, razonar, enumerar o argumentar en este idioma. Y no sólo en esta lengua. Los progresos se observaban también en castellano. “Estas funciones son necesarias en el área académica, a la hora de afrontar el proceso de aprendizaje, pero también para otros ámbitos de la vida. Estos alumnos estaban mejor preparados”, explica el especialista.
Interdependencia entre lenguas
Adquirir estas habilidades es debido al principio de interdependencia de las lenguas. Se puede considerar que hablar el idioma vernáculo es como un gran bloque de hielo que flota en el océano. Si se conoce un segundo, junto a la primera masa helada se puede ver otra más pequeña. El principio de interdependencia indica que ambas son cabezas de un mismo iceberg, y que la habilidad adquirida en un idioma es transferible al otro en el nivel submarino. “Los mecanismos cerebrales son previos al idioma en el que se verbalizan las ideas, por lo que las habilidades no son exclusivas de una u otra lengua de uso”, redunda Pavón.
El estudio también ha observado que la metodología escogida por los docentes en francés era más participativa a sus homólogos monolingües y que, para alivio de muchos, no había menoscabo en el aprendizaje de la materia. Los resultados académicos al finalizar las etapas de Primaria y Secundaria en las asignaturas impartidas en la segunda lengua eran equivalentes a los de sus compañeros en castellano.
América Pérez, Francisco Lorenzo and Víctor Pavón. ‘European bilingual models beyond lingua franca: key findings from CLIL French programs’. Lang Policy (2016) 15:485–504. DOI 10.1007/s10993-015-9386-7