Martes, 04 Marzo 2025 10:16

Geopolítica sin reglas: Cuba, Groenlandia y el resurgir del expansionismo estadounidense

Escrito por The Conversation
Batalla de la colina de San Juan, un episodio de la Guerra hispano-estadounidense (1898). Wikimedia Commons, CC BY Batalla de la colina de San Juan, un episodio de la Guerra hispano-estadounidense (1898). Wikimedia Commons, CC BY

Cuba y Groenlandia. En nada se parece la geografía física y humana de ambos territorios y, sin embargo, presentan algunos perfiles históricos similares que pueden llegar a ser semejantes o idénticos en su geografía política en los próximos meses.

Ambos están cerca, demasiado, del gigante norteamericano. Cuba lo estaba antes de que Estados Unidos fuese un imperio. Groenlandia lo está cuando el imperio ya está tan consolidado que empieza a oler a decadencia.

En todo caso, la doctrina del presidente James Monroe, nacida en los años veinte del siglo XIX, que abogaba por la necesidad de que el destino de las jóvenes repúblicas americanas quedase fuera de cualquier dependencia europea, será luego utilizada por el presidente William McKinley para reivindicar el derecho natural que le asistía a Estados Unidos en relación con Cuba. McKinley también fue citado por Trump en el discurso de investidura del pasado día 20 de enero.

Las misiones exploradoras de Alexander von Humboldt por la América hispana mostraron a Thomas Jefferson la riqueza e importancia que aquellas tierras podrían tener para el crecimiento de los Estados Unidos.

Cuando México y Cuba pertenecieron a EE. UU.
México y Cuba ya eran un obstáculo para ganar más espacio comercial y territorial en la región. Y México primero y Cuba después, pasarían a formar parte de la nación de las barras y estrellas. México perdiendo una fracción importante de su territorio al norte del Río Grande. California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, que formaron parte de la Nueva España y luego de México, les fueron arrebatadas por la fuerza de las armas. Y cuba cayendo bajo el control político y económico del naciente imperio durante décadas.

El caso de Cuba recuerda mucho a lo que se ha publicado en estos días en los que se precipitan los acontecimientos. Los independentistas cubanos promovieron tres guerras contra la metrópoli, en las que el papel de Estados Unidos fue de observador, luego de financiador y avalador del movimiento y, finalmente, de actor principal en la guerra.

La prensa norteamericana y la opinión pública generaron una corriente favorable a la independencia y luego a la anexión de la isla. Como ahora con Groenlandia, también Estados Unidos hizo propuestas a España para comprar Cuba. Incluso sus embajadores en Europa se reunieron en Ostende en 1854, para elaborar un manifiesto con el nombre de esta ciudad belga en el que fijaban las condiciones de la oferta de compra que se planteaba con un vicio en la voluntad del vendedor evidente: o aceptaba la compra o Estados Unidos podría declarar la guerra a España y ocupar la isla “por la gran ley de la autoconservación”. La posesión española ponía en grave peligro la paz interna y la propia supervivencia de la Unión, llegaron a afirmar en el Manifiesto de Ostende.

Por determinadas circunstancias que aquí no puedo exponer, este documento cayó en olvido durante un tiempo. Fue así hasta la década de los años setenta, cuando el apoyo al independentismo se hizo más evidente, y volvió a recuperarse la idea de compra o invasión. El propio general Prim, presidente del gobierno en 1870, vista la realidad de las amenazas del gigante norteamericano, exploró mediante diplomacia secreta la citada venta, pero el atentado que acabó con su vida frustró esa posibilidad.

Estos hechos suenan muy parecidos a la situación actual en relación con Groenlandia. Trump, por segunda vez, ha ofrecido la posibilidad de comprarla y amenaza con fomentar el movimiento independentista y, además, intimida con la opción de ocupar militarmente la gran isla del Ártico.

La guerra contra España
En el siglo XIX, la implicación de Estados Unidos en la guerra contra España fue la primera apuesta expansionista fuera de su territorio y supuso el punto final para el viejo y desgastado Imperio español y la toma de posición en toda América de la doctrina de “América para los americanos”. En principio solo quería decir que los europeos sacaran sus manos de aquellas tierras, pero luego el ya mentado Mckinley la transformaría en la concepción del “derecho natural” a controlar el continente por parte de los Estados Unidos.

La victoria sobre España y el Tratado de paz de París de 1898 colocaron a los independentistas cubanos bajo la dependencia efectiva de los Estados Unidos. El primer gobierno en Cuba tras el dominio español fue un gobierno militar de los Estados Unidos, desde 1898 hasta 1902, en que fue nombrado el primer presidente cubano.

Poco duró la situación porque el ejército americano ocupó de nuevo el poder desde 1906 a 1909. Ya no habría más invasión militar, aunque la influencia política y comercial siempre estaría presente hasta 1959.

En definitiva, la guerra hispano-estadounidense de 1898 quedaría como el primer ejemplo del afán imperialista estadounidense. Ahora, la retórica de Trump vuelve a utilizar los mismos argumentos también con el Canal de Panamá y con Canadá. Argumentos que recuerdan peligrosamente a los empleados por el régimen nazi con relación al espacio vital alemán, el lebensraum, que hacía necesario ocupar los países fronterizos y más allá, hasta la propia Rusia.

El miedo a los aranceles
La geopolítica sin reglas parece haber vuelto. De momento, pocos se oponen abiertamente por temor arancelario. Muchos abogan por la política del apaciguamiento. En este escenario, antes o después Europa debe mostrar unidad, lo cual es bastante complicado con gobiernos de ultraderecha claramente pro-Trump.

No pensamos que Groenlandia o Panamá sean Checoslovaquia, menos aún que Canadá sea Austria o, peor aún, Polonia. Desde luego, los canadienses dan mayor valor a su democracia que los austríacos de 1938. Tampoco que los inmigrantes sean los judíos de entonces. Sin embargo, es imprescindible que aquellos pueblos que todavía tengan dignidad recuerden que todo es posible en esta era de desorden en la que el que un día se autonombró guardián del orden global ahora es el principal agitador del avispero mundial.

Acaba de haber elecciones en Alemania y en Francia serán en 2027. La historia no se repite, pero los hechos son tozudos.

*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, por Manuel Torres Aguilar, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones y director de la Cátedra UNESCO de Resolución de Conflictos, Universidad de Córdoba

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