Acceso al pabellón dedicado a Julio Romero de Torres en el Museo Provincial de Bellas Artes de Córdoba, antes de la reforma de 1936. Foto cedida por María Dolores García Ramos
La profesora de la Universidad de Córdoba (UCO) María Dolores García Ramos ha estudiado el discurso museístico que tuvo el Museo Julio Romero de Torres en su origen en su tesis doctoral, recientemente defendida en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). El trabajo de investigación aborda, desde la perspectiva de la museología, cómo se articuló la narración de la vida y obra del autor cordobés en la fundación de la pinacoteca en 1931 y su posterior ampliación. El recinto alberga la mayor colección de obras del pintor, que vivió entre 1874 y 1930. El estudio analiza fundamentalmente dos periodos históricos de esta institución, la creación del espacio expositivo casi al fallecer el pintor y la reforma del edificio en 1936.
En los museos, las obras se disponen conforme a una intencionalidad. Son los museólogos los profesionales que desarrollan esta narración. “La museología es la ciencia que trata del museo y de su concepto, tiene como objeto de estudio el propio museo como institución y aborda aspectos como la arquitectura del mismo, sus colecciones, su creación o su contexto, de igual modo que la historia del arte hace con los artistas”, explica García Ramos, del Departamento de Historia del Arte, Arqueología y Música de la UCO.
Esa intencionalidad narrativa se observa en el Museo Julio Romero de Torres, inaugurado en noviembre de 1931, desde su creación. “Fue un memorial que su hermano Enrique organiza”, resume la investigadora. El trabajo doctoral observa que en junio de 1930, un mes después de morir el pintor, se empieza a gestar un museo monográfico de autor en su honor. En origen, es un pabellón del Museo de Bellas Artes que dirige el propio Enrique Romero. “Analizando los condicionantes históricos, administrativos o culturales, en ese contexto de creación del espacio expositivo, juega un papel importantísimo la familia Romero. El padre del ambos, Rafael Romero Barros, también había sido director del por entonces Museo Provincial”, afirma la investigadora.
A su muerte, buena parte de la obra de Romero de Torres queda depositada en el Museo Provincial de Bellas Artes. “Es la propia familia la que controla el legado de Julio Romero de Torres durante ese periodo de tiempo”, recuerda García Ramos, que ha rastreado archivos y hemerotecas para documentar la historia del origen de la pinacoteca personal del pintor cordobés. La autora ha recopilado recortes de prensa de la década de los años 30 del siglo pasado, con referencias a periódicos como los diarios Córdoba, La Libertad, ABC o La Voz, y a revistas ilustradas como Blanco y Negro, Estampa o Crónica.
En la inauguración del espacio en noviembre de 1931, el pabellón dedicado a Romero de Torres contiene una cincuentena de obras, fundamentalmente retratos y escenas típicas. Provienen en su mayoría de la exposición que se le dedica en la casa de Córdoba de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Otra parte llega desde su taller en Madrid. Es su propio hijo quien las empaqueta y las traslada a Andalucía.
En 1936, se amplía notablemente el espacio dedicado al pintor, consolidándose el proyecto museográfico tras la compra de un edificio contiguo al Hospital de la Caridad en la plaza del Potro. Enrique Romero, que tiene conocimiento de una reunión de la Oficina Internacional de Museos de la Sociedad de Naciones en Madrid en 1934, incorpora elementos entonces innovadores en la organización de estos espacios expositivos. “El discurso creado por Enrique Romero entronca claramente con el lugar, la figura y la propia obra del autor”, analiza la experta.