Algunas estimaciones calculan de forma aproximada que en la Tierra hay cerca de un nonillón de microbios, o lo que es lo mismo, un 1 seguido de 30 ceros. Algunos de ellos causan graves enfermedades en un gran número de organismos. Otros, sin embargo, son los responsables de salvaguardar su integridad y garantizar su supervivencia. El microbioma, precisamente, integra el conjunto de microbios que se asocian al huésped en el que habitan, contribuyendo a su salud y bienestar. Actualmente se sabe que el microbioma conforma una pieza fundamental del sistema defensivo, sin embargo, gran parte de sus mecanismos de actuación todavía no están descritos.
El proyecto de investigación Marie Curie Direction, en el que participa el grupo de Genética Molecular de la Patogénesis Fúngica de la Universidad de Córdoba, ha dado recientemente su pistoletazo de salida con el objetivo de analizar los microbios que conforman esta barrera defensiva en los cultivos de tomate. La meta a largo plazo, según destaca el catedrático de Genética y responsable principal del estudio, Antonio Di Pietro, es desarrollar un microbioma sintético a partir de los microorganismos principales que lo componen, con el fin de reforzar el sistema de defensa de las plantas.
El tomate, al igual que otros muchos cultivos, se ve afectado por distintos patógenos, entre ellos Fusarium oxysporum, un hongo con una alta capacidad de mutación que ataca más de un centenar de especies distintas colonizando su sistema vascular. Con el objetivo de poner freno a esta problemática, el grupo ha obtenido distintas muestras de suelo en zonas de cultivo de tomate en Córdoba y ya ha aislado cerca de un millar de microorganismos que componen el microbioma, presentes tanto en la raíz de la planta como en la rizosfera, la parte del suelo inmediata a las raíces vivas del cultivo. Actualmente, señala Di Pietro, se están identificando las especies de estos microbios mediante secuenciación genética.
La clave del proyecto, cuya beneficiaria es la investigadora Mugdha Sabale, es seleccionar aquellos microorganismos que son dominantes y que juegan un papel principal en la defensa de la planta para crear con ellos un microbioma artificial, una especie de probiótico que promueve la salud de la planta. El producto podría aplicarse al plantar la semilla o añadirse con un sustrato al suelo para que ayude al propio microbioma natural a ejercer sus funciones defensivas, como, por ejemplo, competir con los patógenos por el espacio o los nutrientes, o incluso atacarlos mediante la generación de compuestos antifúngicos, además de ayudar a las plantas a crecer y asimilar los nutrientes del suelo.
Según destaca Di Pietro, tan solo los hongos patógenos destruyen cada año el 15% de la cosecha a nivel mundial, lo que genera unas pérdidas económicas millonarias. Si el producto prueba su eficacia, podría suponer un gran avance en la lucha contra estos microorganismos dañinos mediante el empleo de un sistema que además evitaría el uso de pesticidas y sus consecuencias negativas sobre el medio ambiente.