El trabajo, en el que he participado, ha sido publicado en PLOS ONE.
Al abrigo de las cuevas
En Andalucía, hace seis mil años, distintas cavidades naturales sirvieron como lugar de depósito funerario y –en ocasiones– manipulación posterior de los restos óseos humanos. Una de ellas reunía condiciones muy especiales: la Cueva de los Mármoles.
Se trata de una enorme cavidad natural ubicada a 900 metros de altitud, en la Subbética cordobesa, en el municipio de Priego de Córdoba, un lugar que ha sido objetivo de peregrinaje por parte de la población local desde que se tiene memoria.
Fue explotada como mina de yeso en el siglo XIX, y en septiembre de 1934 el famoso arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla practicó excavaciones en su interior. Pero fue en los años ochenta cuando la arqueóloga, profesora de la Universidad de Córdoba, María Dolores Asquerino, realizó distintas intervenciones que pusieron de manifiesto el interés arqueológico del lugar. Asquerino identificó una intensa ocupación humana a lo largo del Neolítico Antiguo (5500-4800 a. e. c.).
La cavidad tiene un amplio acceso vertical, continúa en una galería de enorme amplitud, de cerca de 10 metros de diámetro, y desciende progresivamente en un largo recorrido. Frente a otras cavidades de las cordilleras Béticas, las condiciones de habitabilidad de esta cueva son en todo excepcionales, con una superficie aproximada de más de 2 500 m² .
Un hallazgo de distintas fases
En el verano de 2018, durante la última campaña de excavación en la Cueva de los Mármoles, bajo la dirección de Juan Carlos Vera, sectorizamos la superficie de la sala principal y localizamos una gran cantidad de material osteológico (fundamentalmente restos humanos). Su existencia se conocía al menos desde los años 1930 y se atribuían, en sentido amplio, a poblaciones del Neolítico.
Los restos recuperados se unieron a prospecciones de exploradores y arqueólogos realizadas veinte años antes, así como a los restos recuperados en la década de 1980. El trabajo antropologógico que ahora ve la luz, ha sido dirigido por los prestigiosos investigadores Dra. Zita Laffranchi y Dr. Marco Milella (Universidad de Berna, Suiza).
Llos restos componen un total de 411 elementos conservados, de al menos doce individuos de ambos sexos, adultos y preadultos que se han conservado en el Museo Histórico Municipal de Priego de Córdoba.
Entre los recuperados en la década de 1980 hay una calota humana (parte superior de la bóveda craneal), trepanada en vida, y recortada cuidadosamente, interpretada como cráneo-copa.
La calota es solo un ejemplo más de la manipulación post mortem de restos óseo humanos que hemos podido constatar.
La calota recortada
El cráneo MR 220 (número de inventario) perteneció probablemente a un individuo adulto, de entre 35 y 50 años.
Se trata de una bóveda craneal recortada mediante percusión directa practicada con mucha habilidad. El cráneo muestra evidencias de estrías y cortes finos producto de la extracción y limpieza de la piel. Además de ello, presenta una llamativa característica; una lesión en proceso de regeneración, que se puede interpretar como una prueba de una posible trepanación.
Si quienes trabajaron la calota conocían al individuo, esta manipulación _ post mortem_ lo haría inconfundible de cualquier otra persona.
Huesos largos usados como herramientas
Otros restos manipulados muestran cortes, raspados y fracturas en fresco, difícilmente compatibles con descarnado o desarticulación, por lo que consideramos otras opciones, como la limpieza, entre las más parsimoniosas.
El modo en que fueron manipulados nos hace descartar otros usos, como el consumo ligado a la antropofagia. No podemos descartar que las manipulaciones se realizaran meses después de la muerte de los individuos, cuando los cuerpos estuvieran parcialmente descompuestos.
De hecho, contamos con huesos largos alterados para su uso como eventuales instrumentos. Por ejemplo, se aprecia la abrasión de los extremos fracturados para conformar puntas o extremos activos. Entre ellos, una tibia especialmente tallada para afilar su punta que pudo servir de instrumento.
El raspado deliberado del interior en otros casos nos pone sobre aviso ante la posibilidad de la extracción de la médula, con una finalidad que aún no resulta posible concretar.
La manipulación post mortem se practicó Los Mármoles al menos a inicios del IV milenio a. e. c.
El uso sepulcral de cuevas andaluzas se realizó a lo largo de miles de años, entre el VI y el II milenio antes de la era común.
Los resultados de los análisis arqueológicos y antropológicos en la Cueva de los Mármoles concuerdan con los de otros yacimientos similares del sur de la Península Ibérica, constituyendo una práctica muy extendida de restos humanos enterrados que posteriormente son modificados y utilizados como alimento y herramientas. Esta conexión nos permite colocar una importante pieza en el fascinante rompecabezas social y cultural de la prehistoria reciente del sur de iberia.
Gracias a la datación por radiocarbono de siete de estos restos, sabemos que hubo muy probablemente tres fases de uso funerario de la cueva. La primera de ellas, en torno al 3800 a. e. c., durante el Neolítico reciente, momento al que pertenece el mencionado cráneo-copa.
La segunda fase de ocupación de la cueva pudo tener lugar a mediados del III milenio a. e. c, en plena Edad del Cobre.
La última fase, 1300 a.e.c., en el período denominado en Andalucía Bronce tardío, tuvo lugar justo en un momento en el que los sepulcros colectivos, y en concreto, las cuevas sepulcrales, parecían ya cosa del pasado.
Al abrigo de una noche perpetua
El uso de cavidades naturales como espacios sepulcrales es un fenómeno transcultural y prácticamente atemporal, presente en multitud de culturas preindustriales.
¿Por qué elegían cuevas para los enterramientos? Una cueva sirve a la noción de colectivo, al permitir un gran número de depósitos en un mismo lugar a lo largo del tiempo. Esto significa mantener a los tuyos unidos, incluso cuando ya no están.
Las cuevas, además, favorecen la unidad y articulación de los cuerpos. Estamos ante un espacio de oscuridad permanente, donde los procesos naturales, y el tiempo, parecen detenerse. Un lugar donde domina la oscuridad, en una suerte de noche perpetua.
Una cueva es un espacio que representa el entorno ideal para que la comunidad de los antepasados pueda descansar eternamente.