El acoso escolar se define como un conjunto de comportamientos agresivos e inmorales, repetidos en el tiempo y en los que se crea una relación de desequilibrio de poder entre agresores y víctimas. Muchas de estas situaciones de acoso ocurren en presencia otros escolares, que asumen diferentes roles, bien reforzando a quien agrede, defendiendo a la víctima o simplemente manteniendo al margen.
La implicación en comportamientos de defensa en esos casos puede ser determinante para reducir las consecuencias o detener esas dinámicas inmorales que se generan dentro del grupo. Sin embargo, hasta ahora no se había explorado cómo estas conductas de defensa pueden cambiar a lo largo del tiempo y su conexión con elementos que configuran la dinámica social del aula. Con este doble objetivo las investigadoras del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba Eva Romera, Ana Bravo y Rosario Ortega, miembros del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia (LAECOVI), en colaboración con el investigador de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Christian Berger, han realizado un estudio longitudinal con 3.303 adolescentes en el que identifican las trayectorias de cambio en el comportamiento de defensa a lo largo del tiempo y su asociación con el grado de ajuste a las normas, al grupo de iguales y a la estructura de popularidad dentro del grupo.
Tratando de romper con la idea de que ser defensor o no defensor era un rol estanco "exploramos distintas trayectorias que nos ayudasen a comprender los comportamientos de defensa: aquellos que siempre defienden, quienes nunca lo hacen y, sobre todo, por qué se comienza a defender o por qué se deja de hacerlo" explica la catedrática Eva Romera. Sus resultados confirman esas tendencias de cambio y resaltan la importancia de romper con la idea clásica de que la defensa es un rol estático en el tiempo.
Tras realizar cuatro oleadas de recogida de datos a través de cuestionarios completados por el estudiantado a lo largo de dos cursos escolares y análisis multigrupo usando una metodología compleja que combina el análisis de las relaciones personales con curvas de crecimiento, "encontramos cuatro trayectorias para describir la defensa: una que se mantenía estable en niveles altos de defensa, otra que desciende, otra que aumenta y otro grupo que se mantiene en el nivel bajo de defensa a lo largo de la trayectoria" explica la investigadora Ana Bravo. Según Romera es: “los resultados de la investigación son esperanzadores. La mayoría de los adolescentes (84%) defienden a las víctimas de acoso de forma sostenida en el tiempo. Aunque también hay un porcentaje de escolares que no defendían y comienzan a hacerlo (5%) con el tiempo".
Defender a las víctimas: una personalidad ajustada social y normativamente y autopercibida como popular
"Los resultados de la investigación muestran cómo la propia red social en su naturaleza tiene una potencia restauradora. El grupo de defensa es fuerte y estable" señala la catedrática Rosario Ortega.
Para comprender lo que ocurre y estimular la promoción de conductas defensivas, el estudio de la UCO analizó la asociación de las diferentes trayectorias de defensa a la víctima en relación con otras tres variables referentes a la gestión de las relaciones con los iguales, concretamente, el ajuste normativo, el ajuste social y la popularidad autopercibida de los escolares.
El ajuste normativo implica tener un comportamiento ético y responsable. "Si estás ajustado normativamente es porque respetas a los demás" señala Romera. Por su parte, el ajuste social implica estar integrado dentro del grupo y, por último, la popularidad autopercibida alude a la propia posición social de visibilidad e influencia que cree tener el adolescente dentro del grupo.
"Observamos que el primer grupo (estable en comportamiento de defensa alto) era también estable en esas tres dinámicas sociales, se percibía a sí mismo como ajustado normativamente, socialmente y popular" continúa la investigadora Bravo "mientras que quien dejaba de defender a su vez muestra una tendencia a dejar de ajustarse a las normas sociales, y el que empieza a defender se comienza a sentir más integrado dentro del grupo y en una posición de influencia que le permite hacer algo para cambiar la situación de acoso que sufre alguno de sus iguales".
Así, “para aumentar la defensa es necesario que el adolescente sienta que su contexto está cohesionado, que son parte de un grupo que hay que cuidar y proteger y que también tiene cierto liderazgo y legitimidad” añade Romera.
"Estos resultados, además de abrir nuevas preguntas de investigación, nos resultan muy esperanzadores porque nos permiten seguir estimulando propuestas educativas basadas en la ética del cuidado y en la que estamos trabajando en distintos proyectos en centros educativos, como el programa CuidaMe" concluye Ortega.
En definitiva, con este trabajo se demuestra que el comportamiento de defensa está ligado al equilibrio socio-moral y la relevancia de esa ética del cuidado para frenar el acoso escolar y se abren líneas de investigación que buscarán, por ejemplo, la causalidad de esos comportamientos de defensa ¿Qué motivación tienen los adolescentes para defender?
Este trabajo se enmarca dentro de un proyecto de investigación del Plan Nacional I+D+i (PID2020-113911RB-I00), el cual se dirige a explorar los factores morales, motivacionales y grupales que influyen en la toma de decisiones ante situaciones de acoso escolar y ciberacoso.
Referencia
Bravo A, Berger C, Ortega-Ruiz R, Romera EM. Trajectories of defending behaviors: Longitudinal association with normative and social adjustment and self-perceived popularity. J Sch Psychol. 2023 Dec;101:101252. doi: 10.1016/j.jsp.2023.101252