Pero este escenario no se corresponde con la realidad.
En primer lugar, hay que aclarar que el conejo silvestre o de monte (Oryctolagus cuniculus) es una especie nativa de la península ibérica. Todas las variedades de conejo doméstico han derivado a partir de la subespecie O. cuniculus cuniculus. Por tanto, los conejos silvestres y domésticos son la misma especie.
Es cierto que podemos encontrar en algunas poblaciones silvestres conejos con rasgos de “domésticos” debido, posiblemente, a la suelta de conejos de dudosa genética usados en algunas repoblaciones de caza, pero esta presencia es meramente testimonial. Las “excepcionales capacidades” que se atribuyen a los supuestos conejos híbridos son igualmente propias de los conejos silvestres.
Pero si los conejos que están provocando los daños son autóctonos, ¿cómo una especie nativa puede convertirse en plaga?
Desequilibrios en las poblaciones de conejos
El conejo es una especie evolutivamente diseñada para ser abundante, para poder sobrellevar la elevada mortalidad que sufren sus poblaciones silvestres debido a la depredación.
La pérdida de autorregulación y funcionalidad de los ecosistemas, normalmente debida a intervenciones humanas, suele llevar a fuertes desequilibrios, como por ejemplo la extinción de especies o, en la otra dirección, abundancias mas altas de lo deseado.
En el caso del conejo hay tres elementos clave que han generado estos desequilibrios: escasez de alimento natural, falta de depredación (natural y cinegética) y la reducción del impacto negativo de las enfermedades.
La presencia de estructuras lineales como carreteras y vías de tren y un suelo más blando para excavar madrigueras también pueden ser factores determinantes.
La falta de alimento natural como principal causa
Un estudio realizado en viñedos de Córdoba determinó que los daños causados por los conejos estaban condicionados por la cantidad de alimento natural (diversidad y abundancia de herbáceas) y no solo por la abundancia de este mamífero. Es decir, a abundancias similares de conejo, los daños en los cultivos son mucho mayores en aquellos donde la disponibilidad de alimento natural es escasa. En otras palabras, la eliminación de las llamadas “malas hierbas” fuerza a los conejos a alimentarse de los cultivos. Este fenómeno podría haberse acentuado este año por la sequía.
Esta interacción entre densidad de conejos y disponibilidad de alimento natural no es baladí, ya que pocos conejos sin otra fuente alternativa de alimento pueden ocasionar daños severos a los cultivos. Las viñas son un cultivo muy sensible a la herbivoría: un número bajo de conejos alimentándose de los brotes que originan los racimos provocan pérdidas sustanciosas.
En realidad, las abundancias de conejo que presenta la mayoría de las zonas afectadas no llegan a ser tan altas como en otras donde, al no haber cultivos tan sensibles, no existe conflicto.
Aunque parezca paradójico, los daños pueden mitigarse si aumentamos la disponibilidad de alimento natural para reducir la presión sobre los cultivos. Por ejemplo, permitir el crecimiento de las cubiertas vegetales entre las calles de cultivos leñosos o mantener la vegetación en zonas incultas (linderos, taludes, arroyos, bordes de caminos…) pueden ser buenas estrategias para aumentar la presencia de alimento.
Falta de depredadores que controlen la población
El control de depredadores como el zorro, una práctica habitual en España, y la menor diversidad y abundancia de depredadores en algunas zonas alteradas como los paisajes agrícolas también contribuyen a explicar el aumento local de las poblaciones de conejo.
Además, ante la ausencia de depredadores, los conejos pueden alejarse distancias considerables desde sus refugios porque el riesgo de depredación es bajo, lo que puede aumentar sensiblemente el radio de los daños a partir de los núcleos de población.
Finalmente, el sector de la caza, que podría actuar como “depredador subsidiario”, es un gremio venido a menos que apenas puede controlar las poblaciones localmente sobreabundantes.
Menor efecto de las enfermedades
Poco nos acordamos de las abundancias de conejo antes de la llegada de la mixomatosis o de la enfermedad hemorrágica vírica, cuando se cazaban más de 10 millones de conejos al año. En la actualidad, apenas llegan a los 6 millones.
Estas dos enfermedades, ya consideradas endémicas después de llevar coexistiendo con los conejos más de 80 y 30 años respectivamente, parecen haber reducido su virulencia, y los conejos han ganado cierta resistencia, reduciéndose así el efecto negativo en sus poblaciones.
Además, las poblaciones más abundantes son las que tienen menor mortalidad por enfermedad. Presumiblemente, porque hay mayor probabilidad de que circulen los virus dentro de la población y de que adquieran inmunidad. Por tanto, en las poblaciones localmente abundantes, como pueden ser las zonas de daños, es esperable que tengan una mayor prevalencia de anticuerpos frente a ambas enfermedades.
En definitiva, es la disfunción del ecosistema y no la hibridación la que está provocando estos daños.
Las noticias infundadas que difaman a los conejos contribuyen a generar un clima de crispación y confusión que puede derivar en acusaciones falsas y acciones en contra de esta especie clave para el ecosistema.