Los humanos somos especiales en esto: la menopausia es un fenómeno muy raro en el reino animal. Por el momento, además de en nuestra especie, sólo hay constancia de su existencia en dos especies de cetáceos, la orca (Orcinus orca) y el calderón tropical (Globicephala macrorhynchus). Ni en otros grandes simios ni en ningún otro animal se ha detectado de forma concluyente.
Las orcas también ejercen de abuelas
En casi todas las especies la duración de la vida suele estar relacionada con la duración de la vida reproductiva. Sin embargo, en las especies con menopausia ambas están desacopladas, porque viven durante mucho más tiempo del que se reproducen. Por ejemplo, las hembras de orca, pueden vivir hasta 90 años, pero dejan de reproducirse en torno a los 40, lo cual es incluso más extremo que en el caso de las mujeres.
¿Qué tienen en común las orcas y los humanos que pueda explicar el origen evolutivo de la menopausia? Para empezar, ambas especies son longevas y sociales. En la evolución de ambas especies, los grupos sociales han estado formados por familias basadas en hembras con sus crías, siendo las hembras con frecuencia parientes entre sí. De ese modo, unas y otras pueden ayudar a los cuidados de crías ajenas en un momento dado.
Además, las crías de ambas especies necesitan un largo período de atenciones por parte de las madres antes de independizarse e intentar su propia reproducción. Si, por ejemplo, una cría necesita unos 20 años de dependencia de la madre antes de poder arreglárselas sola con éxito, tener una cría cuando te quedan menos de esos años de esperanza de vida no es muy positivo desde el punto de vista de la selección natural.
Esto llevaría a que la selección favorezca a las hembras que dejan de reproducirse y dedican ese tiempo de vida posreproductiva a seguir cuidando a las crías ya existentes, tanto propias como ajenas con las que están emparentadas, especialmente sus nietos y nietas.
Por otro lado, en estos grupos matriarcales, los intentos de reproducción propia de las hembras de edad avanzada entran en competencia con la reproducción de las hembras más jóvenes (incluidas sus propias hijas). Este conflicto intergeneracional también favorecería que las hembras mayores ayudaran a las crías ajenas en vez de producir descendencia propia. Los estudios parecen apoyar estas ideas tanto en orcas como en humanos preindustriales.
Parece, por tanto, que la selección durante nuestra evolución como especie ha promovido la interrupción prematura de la producción de crías propias en las mujeres y, a la vez, su dedicación a colaborar en el cuidado de otras que también llevan copias de su material genético.
El conflicto intragenómico
Una vez llegados a este punto, hay un detalle que aún sorprende. ¿Por qué la interrupción de la reproducción es tan traumática para muchas mujeres? La menopausia en sí misma no significa vejez. Sin embargo, los trastornos hormonales que la acompañan pueden tener efectos negativos en la fisiología femenina. ¿Por qué no desaparece la regla tal y como llega en la pubertad, sin causar tantos trastornos?
Los investigadores que trabajan en este tema han avanzado una hipótesis muy intrigante: el conflicto intragenómico. ¿En qué consiste?
Sabemos que todos nosotros tenemos dos versiones de la mayoría de nuestros genes, una heredada de nuestro padre y otra de nuestra madre. La probabilidad para cada una de estas versiones de tener una copia igual en las crías que nacen en el seno del grupo social, incluidos sus nietos, varía. Por ejemplo, en un grupo matriarcal en el que los machos se pueden incorporar procedentes de otros grupos, los genes de las madres guardan parentesco con muchos otros miembros del grupo, mientras que los machos puede que solo con sus propios descendientes.
Dado que la menopausia lo que promueve es dejar de producir descendientes para cuidar crías de otros, este cambio puede no ser igual de interesante para los genes procedentes del padre y de la madre. Recordemos que los genes son favorecidos o penalizados por la selección natural dependiendo de si su influencia en el organismo hace que produzcan más o menos copias de sí mismos para las siguientes generaciones. En el caso de la menopausia, esto no lo hacen mediante la reproducción propia sino ayudando a que crezcan con éxito otras crías que llevan copias de esos mismos genes.
Cada gen tiene efectos, en principio, independientes, aunque normalmente entrelazados con los efectos de una intrincada maraña de genes compañeros. Dentro de un mismo organismo, los efectos de diferentes genes pueden ser opuestos.
Pues bien, los expertos sospechan que los genes con más probabilidad de tener copias dentro del grupo social podrían producir efectos fisiológicos tendentes al adelanto de la menopausia. Por el contrario, aquellos con menos parentesco en el grupo estarían produciendo efectos tendentes al retraso.
Esta especie de “discusión” o conflicto entre genes procedentes del padre y de la madre provocaría los trastornos fisiológicos propios de la menopausia.