El siluro se identifica por primera vez en la cuenca del Guadalquivir en 2011, concretamente en el embalse de Iznájar. Es la especie de pezde agua dulce más grande de Europa, la tercera más grande del planeta y se caracteriza por ser un depredador de gran impacto, cuya distribución nativa se extiende por Alemania, Polonia, Suecia, estados bálticos, Rusia, Turquía e Irán hasta Kazajstán y Uzbekistán. Sin embargo, su radio de acción es ya mucho mayor debido a su introducción en diversos países, con las consecuencias negativas para los ecosistemas que lleva asociadas.
Tras la aparición en Iznájar de esta especie exótica invasora (EEI) volvió a encontrarse en el río Ribera de Huelva. Esta situación pone al Bajo Guadalquivir, uno de los puntos calientes de biodiversidad de Andalucía de elevado valor ecológico y comercial, en alerta.
Este contexto es el que lleva al grupo de investigación de la Universidad de Córdoba Aphanius, liderado por el catedrático de Zoología Carlos Fernández, a trabajar en un diagnóstico sobre la implantación de la especie en el Bajo Guadalquivir. En este proyecto, financiado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el equipo trabajará junto a las universidades de Oviedo, Sevilla y del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera y Alimentaria (IFAPA) durante de 2 años, hasta la primavera de 2025.
La presentación del proyecto a la sociedad, que ha tenido lugar en el Molino de Martos de Córdoba y que ha contado con la presencia de la vicerrectora de Política Científica de la UCO, María José Polo; la decana de la Facultad de Ciencias, Mª Paz Aguilar; y el presidente de la Asociación Medio Ambiental de Pescadores del Lago de Iznájar (AMAPILA), José Manuel García, junto al coordinador del proyecto, Carlos Fernández; ha puesto de manifiesto también la necesidad de concienciar a la ciudadanía y contar con ella para la gestión y control de la especie.
Fernández ha resaltado la problemática que supone la presencia de esta especie invasora en el Bajo Guadalquivir “donde se encuentra la joya de la corona del medioambiente, Doñana, y todo su entorno, pero también debemos tener en cuenta que es una importante zona económica, porque hay una pesquería muy importante de cangrejo rojo, de albures, de muchas especies de interés comercial que se verían afectadas”. Para ello, con este proyecto buscan en primer lugar ver las dimensiones del problema de esta especie que “se ha expandido en España exclusivamente por interés pesquero y vemos que aún no hay colonización natural”. En esa primera fase de estudio, ya han certificado la presencia del siluro en el Bajo Guadalquivir “aunque no sabemos en qué densidades se encuentra, pero sí hemos delimitado por algunas zonas su presencia como el cauce principal del Guadalquivir hasta la presa de Alcalá del Río, el embalse del Gergal o la desembocadura del Gergal con el Guadalquivir”.
Para la decana de la Facultad de Ciencias, Mª Paz Aguilar, este estudio pionero en España, “va a aportar un valor añadido a la conservación de la biodiversidad de nuestra zona” y es que “la capacidad investigadora y de transferencia del grupo Aphanius hace prever que los resultados tendrán gran impacto social, dando como resultado unos datos que van a ponernos a todos en la vía de la concienciación de la amenaza que tiene esta especie”.
También durante la presentación del proyecto, la vicerrectora de Política Científica, Mª José Polo, ha destacado que “los resultados de este proyecto pueden servir como una experiencia para adelantarnos en otros lugares, en otras zonas donde las condiciones ambientales sean de riesgo para que proliferen esta especie u otras invasoras con consecuencias parecidas”. Recuerda, además, que la riqueza económica y social del Bajo Guadalquivir recae en “su valor ambiental, por lo que si las características de calidad ambiental las perdemos esa economía se ve directamente afectada”.
Para José Manuel García, Presidente de la Asociación Medio Ambiental de Pescadores del Lago de Iznájar (AMAPILA) los daños que provoca esta especie son evidentes ya que “desde su aparición en Iznájar comprobamos cómo han mermado otras especies como el Black Bass o el barbo, que son alimento para este depredador”.
Claves científicas del proyecto
En una primera fase, para conocer la distribución actualizada y los patrones de dispersión, el equipo ha usado el ADN ambiental como indicador de la presencia de estas poblaciones. Este método no invasivo busca el material genético que liberan los organismos al medio, utilizando diferentes técnicas como PCR o Metabarcoding. “Estas muestras están ya bajo análisis y sus resultados se conocerán pronto” ha adelantado Fernández en la presentación.
Otra vía de localización de la especie es por medio de prospecciones hidroacústicas, utilizando una especie de radar submarino (ecosonda) que rastrea la zona donde la especie ha sido ya localizada y la amplia a otras zonas dentro del área del Bajo Guadalquivir.
La información previa servirá para desarrollar la tercera fase del proyecto que será la búsqueda in situ, con los artes de pesca apropiados, de ejemplares de siluro. Los individuos capturados servirán para estudiar la dieta de la especie a través de la metabolómica, que localiza las proteínas aportadas a los siluros por las distintas especies consumidas. “Con el estudio de las proteínas que estructuran la musculatura del siluro tendremos información para conocer su dieta”.
La concienciación de la ciudadanía y la difusión del estudio y resultados son también determinantes para este consorcio que ha presentado también la campaña #StopSiluro con la web www.stopsiluro.es y una serie de talleres que se desarrollarán “con el objetivo de interaccionar directamente con colectivos sociales en zonas donde puede afectar la especie como Isla Mayor, Trebujena o Lebrija, en esas poblaciones donde se está en contacto directo con la especie” adelanta Fernández.
Y es que, además, especies en un delicado estado de conservación, como la anguila europea, declarada en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y protegida en todo el territorio de la UE, podrían verse seriamente afectadas. La transmisión de patógenos o la alteración de la estructura de las cadenas tróficas podrían ser otros efectos perniciosos para el ecosistema de la zona.
El proyecto finalizará con la presentación de un plan de manejo y control del siluro en el Bajo Guadalquivir, donde se pretenderá utilizar las debilidades de su ciclo biológico para mantener en niveles mínimos los efectivos de la población, de manera tal que sus efectos nocivos se reduzcan al máximo.